viernes, 17 de septiembre de 2010

El estilo de los políticos: Carme Chacón

Por Pilar Portero

Nada es igual aunque lo parezca. Ni tan siquiera el soniquete de los políticos que como una letanía ha regresado a nuestras vidas. Ellos, nuestro objeto de estudio psicosocial, se han recargado. Y si en la oposición están eufóricos, en el Gobierno les hierve la sangre ante la posibilidad de perder. Esta semana, la ministra de Defensa.

(Perfecta para un cóctel a primera hora de la noche aunque era media mañana)

Chacón no es bioluminiscente como la luciernaga. Su perfil es más de hormiguita, que afanosamente acumula méritos aunque de vez en cuando se envuelva en brillo, como el día que la fotografiamos. Carme resulta metódica hasta cuando decide deslumbrar. Siempre elige fechas significativas. Y aunque a cualquiera le pase desapercibido, la primera sesión de control tras las vacaciones es uno de esos momentos que ella tiene señalados en el calendario. Un simple detalle que la define. Mide sus tiempos con precisión. Alterna los periodos de bajo perfil con picos en primera plana. No siempre le sale bien -como sucedió con la retirada de Kosovo- pero suele acertar.

A la sombra pero preparada para subir al pódium, es una política que me despierta curiosidad desde antes de ser vicepresidenta del Congreso, con Manuel Marín de presidente. Así que he preguntado bastante por sus aficiones, sus ambiciones y ese tipo de cosas banales que me gusta saber. "Es super política y su mayor hobby es la política, y después el Barca", es una de las frases que más me han repetido. Cuando un político te dice de otro que es 'político' se refiere a la capacidad para mantener el equilibrio dentro del partido, para negociar con éxito hasta el asiento en una reunión o saber transmitir una imagen honesta. Chacón cuida que nadie le pueda reprochar un comportamiento inadecuado y hasta sorprende verla esperando embarcar en un vuelo low cost con un reducidísimo séquito. Así mata dos pájaros de un tiro: ahorra y se beneficia de la publicidad del boca a boca.

Ha estado en el filo en varias ocasiones de su carrera pero ha logrado no traspasar la delgada línea roja. Cuando Zapatero le cambió la cartera de Vivienda por la de Defensa embarazada de siete meses pudo haberse quedado en hazaña del Guinness de los Records, pero en cambio ha conseguido que los militares que la recibieron con reticencias valoren su labor. A pesar de haber tomado decisiones como la retirada de las referencias franquistas de los cuarteles y de los honores militares a los símbolos religiosos.

(Uñas en color topo, a la última)

Lo cierto es que ha ido construyendo una imagen de firmeza y seriedad que le protege de las críticas más sarcásticas. El ejército la ha contagiado y ha impuesto un tono marcial en su voz a base de tener que resultar creíble y ganarse el respeto de cientos de uniformados militares que escuchan sus discursos. La mujer coqueta, perfectamente maquillada y a la última con todos los hits de la temporada que departía amablemente con los periodistas antes de ser ministra, se ha ido diluyendo. La visualizas en uniforme de campaña y botas todoterreno antes que con los peeptoes de la foto y se nota que prefiere jugar con su hijo a pintarse la raya. Lo decíamos al principio, nada es igual aunque lo parezca.


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