Por Pilar Portero
Ni pactan, ni solucionan mucho. Esta es nuestra clase política, en el sentido más literal. Alumnos desobedientes con quienes les han votado. El castigo electoral es el único idioma común que entienden. Mientras llega el momento de ponerles cara a la pared, les pasamos revista. Hoy, el portavoz de Economía y Hacienda del PP.
(Montoro posa en la sala en la que se celebra la siempre polémica comisión de Economía)
El traje y el cargo transmiten la sensación de quedarle holgados. Es como si él se hubiera encogido. Y no es una metáfora porque a pesar de que le enfoquen las cámaras, sus palabras no no pesan. Las argumentaciones económicas hace tiempo que cedieron el paso a un repertorio propio del Club de la Comedia. Montoro es el caso claro de político que habla para el corte de segundos del telediario. Pero que tampoco entra en detalles cuando se le pregunta sin focos. Y eso que le encanta charlar con los periodistas tiempo y tiempo. Tanto que logra que te impacientes y mires con envidia a cualquiera de los compañeros que está con otro diputado. Si eres mínimamente educado y te han enseñado que no hay que dejar a nadie con la palabra en la boca, lo mejor es evitarle. Ya sabes que no lograrás sacar nada jugoso y en cambio tendrás que inventarte una excusa para probar suerte con otro.
Su influencia y poder en el partido resultan más bien exiguos. De ministro de Hacienda con Aznar y amigo de Rato, a titular de economía en la oposición, tras un período de eurodiputado. Es una de las caras más conocidas, pero desempeña un papel real muy secundario. Hoy en la aprobación del Decretazo casi ni se le ha escuchado. Álvaro Nadal se ha convertido en la perla económica del PP en el Congreso, pasando por encima de Fátima Bañez -la apuesta original del equipo que se formó para las elecciones del 2008-. Quienes piensan que Montoro será ministro de Economía tras una hipotética victoria popular, se equivoca. Luis de Guindos es por ahora el hombre para esa cartera.
Símpaticón, sonriente y amante de los chistes, él sabe que su única baza es destacar metiéndole el dedo en el ojo a Elena Salgado, la vicepresidenta económica. Ahí suele triunfar, porque si algo logra es desequilibrarla con sus comentarios. "No hace falta que consulte las cifras, una ministra debería saberlas sin recurrir a papeles" es una frase que causa un efecto paralizador en su contrincante. Cualquiera que haya presenciado una reunión de la Comisión de Economía y Hacienda, ha observado el curioso impacto. Y como Montoro se infla con el eco de su voz. Da pena imaginar cuando le pinchen. El traje se va a quedar vacío.
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viernes, 28 de mayo de 2010
El estilo de los políticos: Cristobal Montoro
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Buena rajada. Se nota que le tenías ganas.
ResponderEliminarEl eunuco impresentable. Como se dijo una vez: alguien del PP debería decir a los votantes que Cristobal no será nunca ministro de economía...
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