Por Ana R. Cañil y Pilar Portero
Seamos claros. Ni Lady Gaga, ni Robert Pattinson o Brad Pitt tienen ningún morbo comparado con el que destilan Krugman o Roubini. Los economistas están de moda. Es una obviedad. Puede que te parezcan estirados intelectuales que sólo saben de ciclos y variables, pero imagínate con un gráfico como este en la espalda. Nosotras ya hemos montado nuestro fan club particular. Estos son algunos de sus valores.
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Adivina quien de las dos es fan de Keynes y quien lo es de Krugman |
Puede que seamos unas snobs, pero nos ponen unos cuantos economistas. Tienen historias personales apasionantes porque fueron humanos -lo juramos- escribieron -y escriben- libros que se pueden leer -lo juramos también- y los que están vivos, nos dan alguna pista de lo que se avecina, aunque no les hicimos ni puñetero caso cuando advirtieron.
Veamos. Economistas para best-seller, esos que estarían sentados ahora en una mesa camilla, en una habitación de un maravilloso colegio de Cambridge, de paredes húmedas de verdín y torres neogóticas, viendo como pasaban los cadáveres de sus contrincantes ideológicos gracias a la
Gran Recesión. Estos señores, vestidos de gris impecable, con chaleco, pantalón de pinzas y sombreros de cheviot, habrían aparcado sus bicis en la parte del
college destinada a los profesores.
Sí, allí estan, una tarde lluviosa, los sonrientes fantasmas de
John Maynard Keynes -lord, miembro del grupo de Bloomsbury, casado con una bailarina del ballet de Diaguilev, culto, alto, guapo y quizá bisexual-. A su lado
James Tobin -sí, sí ese de la tasa Tobin, al que querían liquidar y ridiculizar los grandes defensores del mercado salvaje y en ello siguen-que ha dejado los campus de Harvard y Yale, y la Casa Blanca de Kennedy, para disfrutar del éxito de sus teorías junto a su maestro.
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Roubini dando unas clases prácticas a dos fans que no somos nosotras |
Alrededor de la camilla también espera el té
Hyman Minsky, otro keynesiano resucitado bajo el mármol que le habían echado encima por denunciar los peligros de dejar solos a los mercados financieros y a quienes los manejan, de los inventos de productos financieros sofisticados. Al lado de Minsky y mirando ironicamente a Keynes, está
Galbraith, maestro de Hyman y también discípulo del lord británico, pero sobre todo, amigo personal de John Kennedy, empeñado en primar los datos sociológicos y la política y sus efectos económicos, frente a los cálculos y la fría econometria. Sus Memorias" son una delicia de un tiempo que ahora nos parece mejor.
Y aunque el té es un poco numeroso para la costumbre británica y de estos señores, no podemos obviar a
Paul Samuelson, Premio Nobel y autor de un manual de Economía Moderna que aún es un best-seller. Fue maestro de Minsky, tan keynesiano como Galbraith, pero más aficionado a los numeros. Y quizá, sólo quizá, todos estos tipos admiten -no sin cierto recelo- al austriaco, ministro de la Austria que perdió la I Guerra Mundial,
Joseph Alois Schumpeter.
Un genio que desarrollo la teoria los ciclos económicos y el concepto de
destrucción creativa . Atractivo ¿verdad? Destrucción creativa. Mmmmmm... Pero Alois les resulta un poco demasiado liberal a estos keynesianos, aunque su nombre será utilizado por todos los bandos.
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Krugman con su pareja, la también economista, Robin Wells |
Entre tanto susurro y risa educada, resbala la lluvia por los grandes cristales viselados de las ventanas neogoticas, mientras miran en la pantalla de un viejo ordenador, pero con un ADSL que va a toda leche. Entra en la sala el amigo de Keynes,
William Bedverige , para servir el té a todos esos despistado. ay, Bedverige, otro exótico que junto con Maynard resolvió la economía británica de posguerra, el nuevo orden que luego engancharon con el New Deal de Roosvelt. Un tipo que tambien acabó titulado lord, un sir nacido en Rangpur (antigua Bengala), miembro de los primeros ministerios de un joven Churchill y director de la mítica London School hasta 1939. ¡Que gente!
Ha sonado el reloj de la torre y todos se callan, sonriendo, para ver pasar los ataúdes de los ultraliberales, liderados por
Milton Freedman, con Hayek, Popper, Von Mises, Peter Drucker, detrás. Llegan el pleno de los
Chicago boys arrastrando los pies por el agua.
Fan de los modernos
Y ahora vamos con los nuevos, los modernos, los que están vivos:
el Nobel Krugman,
bloggero, relator -ahora con su chica, una ex alumna ya consolidada, Robin Wells
con la que firma a veces- de grandes cuadros panorámicos de lo que ha pasado, está pasando y pasará. Avisó del estallido de la burbuja que se avecinaba...Jo, y se le entiende.
Al lado de Krugman, recién aterrizados de EEUU y camino de la visita a los viejos maestros que toman té, camina el mayor de las glorias vivas,
Joseph Stiglitz, el asesor de Zapatero -ya, no es una buena tarjeta de presentación- otro sabio que escribe para comprenderle, que también advirtió de los enormes riesgos que tenía el boom económico, de pensar que los pronosticos de que los ciclos económicos se habían roto, de que el capitalismo nunca necesitaría ser regulado, de la distancia cada vez mayor, entre ricos y pobres. Stiglitz ha sido vapuleado por blandengue, de izquierdas, por preocuparse de los débiles y anunciar estallidos de burbujas.
Krugman y Stiglitz se han dado cuenta de que al lado, un paso atrás, avanza también el
Doctor Catástrofe. sorprendidos, paran a charlar en un Starbucks Coffee, esperando al resto de los invitados vivos. Krugman y Stiglitz- miran un poco alucinados al Catastrofe,
Nouriel Roubini, el único economista que en setiembre de 2006, ante todo el FMI, predijo exactamente lo que iba a pasar con el estallido de las subprime y la llegada de la Gran Recesión. Como a los dos anteriores, le tacharon de pesimista, caduco y le colgaron lo de Catastrofe. Aún hoy levanta muchos recelos por la rotundidad que le caracteriza, pero estaría. Y con estos tres, en el orejero color malva del Coffee y con el iPad sobre las rodillas, se sentaría el menos conocido de los modernos que han visto lo que se nos venía encima,
Robert Schiller, un tipo de Yale que espera en para la lista al Premio Nobel. Ha hecho de todo por resucitar para el ciudadano
los animals espirits de lord Keynes. Se ha marcado un libro con Akerloff donde
demuestra como la psicología humana dirige la economía.
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Bertrand Russell, Keynes y Lytton Strachey, tres de los Bloomsbury |
El último moderno, que llegaría al cafe recién dimitido del equipo de Obama,
Larry Summers, el sobrino de Paul Samuelson, un poquito soberbio y prepotente, pero que también se olió la que se venía encima. Otra cosa es que en el equipo de la Casa Blanca haya podido influir todo lo que quería.
Hasta aquí, un recorrido por algunos economistas de los que te puedes hacer "fan", como de tu músicofavorito. Te suena friki y lo mismo por eso te interesa. Pero para ser honradas, debemos de advertirte una cosa: somos fans de Keynes o Krugman -con sus consecuencias- de los buenos keynesianos, pero también conscientes de que sus teorías han demostrado ser ciertas con la Gran Recesión -no se puede prescindir del Estado, apostar por el Estado mínimo y dejar solos a los mercados y sus gestores- pero van perdiendo.
La crisis que sufrimos no nos ha enseñado casi nada y los ricos, los ejecutivos de los grandes bancos y empresas de Wall Street que nos han llevado adonde estamos, los seguidores de la Escuela de Chicago, son los ganadores, mientras a ti parado o mileurista, te desahucian. Este año,
los altos cargos de las 35 grandes empresas de Wall Street van a cobrar, solo en primas, 104.000 millones de euros, un 4% más que el año pasado. Saca tu mismo las conclusiones.