viernes, 8 de octubre de 2010

Carta abierta a la hija de Llongueras

Por Pilar Portero
(A la izda, Esther Llongueras y Adán Llongueras, los hijos de Llongueras)


Querida Esther:
Pero ¿qué coño has hecho?. Me imagino la golosa lista de clientas y clientes anonadados con los que coincido en una de tus peluquerías más jugosas, la de la calle Ortega y Gasset de Madrid. No hace falta que detalle los nombres porque ambas sabemos los apellidos de las mujeres de banqueros ilustres, de empresarios de rancio abolengo, de periodistas famosos y artistas que allí se peinan todos los días. A Iñaki Gabilondo, a Concha Buika o a Beñoga Zunzunegui, entre otros, les 'dan una champunadita' junto a cantidad de 'señoras de presidentes de'. En ese salón he aprendido tantas cosas que me sería imposible enumerarlas. Por ejemplo, que algunas privilegiadas jamás se han lavado el pelo en su casa y que puedes hacer transferencias millonarias mientras te preguntan si la temperatura del agua está a tu gusto.

La frecuento desde que tenía 16 años. Empecé a ir atraída por la oferta del 50% menos para los menores de 21 años -además estaba en mi barrio- y he acabado arrastrando a la mitad de mi familia y a muchos amigos. La ultima, Ana Cañil, colega y coautora del blog, a la convencí de que no podía seguir viviendo sin ir a mi peluquería. Hoy he tenido que explicar a mi hijo mediano, que siempre ha pensado que el encantador aparcacoches era tu padre en persona, que amablemente se encargaba de que no nos pusieran más multas, que has echado a Llongeras. Me ha oído hablar por teléfono con Ana y cuando he colgado me ha dicho: "¿Tan mal le caía a su hija?" Y para que un adolescente, con lo chungos que le resultan sus propios padres, flipe, ya le ha debido impactar el asunto. Normal, tenía sólo un mes cuando le cortaron esos pelillos de rata típicos de los bebés y me los metieron en un sobre con ventana monísimo de recuerdo.

De otra índole, claro, es el disgusto que deben tener en estos momentos muchas de tus distinguidas clientas, a las que les parecerá la máxima ordinariez que una hija despida a su padre del negocio que el, a estas horas, parado -bienvenido al club, Lluis- creó. Obviando la parte sentimental y la ausencia total de elegancia al deshacerte de tu padre, es una de las peores decisiones de marketing que he visto en mi vida. En breve hasta se estudiará en las escuelas de negocio como error garrafal. ¿Qué es Llongeras sin Llongueras? Te pasas toda una vida construyendo una imagen de marca, logras convertirte en el peluquero más popular de España, consigues abrir centros hasta en Tokio y te cargas tantos años de trabajo porque papá ha dejado a mamá, se ha vuelto a casar y te ha dado dos hermanitos que pueden ser tus hijos. Pasaremos de interpretarlo en clave psicológica para no aburrir más de la cuenta pero que sepas que todo apunta a un galopante complejo de edipo no resuelto. Y no quiero con esto exculparle de los daños que haya ocasionado a su primera familia. Aunque reconocerás, Esther, que es poco inteligente. Porque sin él, por muy canalla que sea, la marca suena a impersonal franquicia. Y yo, no podré presumir de peinarme en Llongueras porque me dirán '¡pero si le echaron!'.


Nota: Me he apropiado del estilo Carta Abierta de Fernándo Ónega para dotar de mayor gravedad y profundidad a este asunto.

5 comentarios:

  1. El señor del centro, sin embargo, tiene un ramalazo heterosexual que tumba. Mode ironic off.

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  2. Que coñazo eso de lavarse el pelo siempre fuera ose a ¿no?...yo hace 30 años que me corto el pelo en casa por el rollo de no ir a la pelu...:)...hasta que me quede calvo.

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  3. Querida señora si no le parece elegante el hecho de despedir a su padre supongo que menos elegante le parecera que la nueva esposa del Sr. Llongueras mientras ya iba con el, haya sido novia de su hijo y se haya acostado con su yerno.

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