viernes, 17 de diciembre de 2010

El estilo de los políticos: Elena Salgado

Por Pilar Portero
Debe ser tremendo que a tu paso salten las alarmas. Algunos políticos causan ese efecto aunque los motivos no siempre coincidan. El acoso, y casi derribo, que está soportando la economía patria no ha dado ni un segundo de respiro a la ministra y vicepresidenta primera que hoy te mira sonriente. Glup!
Sonrisa cariñosa, una de las más agradables de su catálogo
"Un día voy a enseñar mis notas", nos comenta Salgado a Cañil y a mi una mañana tras una solvente intervención en el Congreso. No hace falta, le respondemos. No es una cuestión de inteligencia ni de preparación, coreamos al unísono. Se trata más bien de la seguridad que se adquiere con el entrenamiento en la tribuna ante una tropa de diputados, que lo mismo bostezan que escupen improperios. Salgado ya no se arruga como en sus primeros tiempos ante Rajoy. Ahora le planta cara con éxito. Sin embargo, se nota que le sigue tocando el orgullo que el jefe de la oposición trate de humillarla con la táctica de ignorarla y dirigirse a Zapatero aunque la interlocutora sea ella. Es entonces cuando muestra su sonrisa de hielo. Porque si algo tiene la vice digno de estudio es su catálogo de sonrisas. 

La que exhibe en la foto que le hicimos coincidiendo con la celebración de los 10 años de ZP al frente del partido, es de las cariñosas. Se sabe porque sus ojos también sonríen y miran cómplices. La que le sale cuando está muy muy cabreaba es una sonrisa encajada. Te imaginas al cuerpo de bomberos intentando cambiarle el rictus sin lograrlo. Se sabe porque se tensa su cuerpo y ladea la cabeza como si se le instalara una contractura para acabar de rematarla. También es habitual la de contestar al enjambre de periodistas -del que en ocasiones formo parte-. Se sabe por lo forzada que resulta la línea que dibujan sus labios y lo deslumbrada que se percibe su mirada, como si un centenar de focos la cegaran. Supongo que estará deseando responder lo que tenía pensado rápido y que le dejemos respirar.

Salgado prefiere las distancias cortas y la charla en petit comité. Lo contrario que José Blanco, por poner un ejemplo. A la hora de elegir atuendo se transparenta esa obsesión por ser perfecta y por no dejar nada al azar. Le gusta la moda y aprovecha su cuerpo delgado y de aspecto frágil para enfundarse en trajes que sólo la escasez de kilos permiten lucir. Una de sus combinaciones preferidas y que mejor le funciona es la camiseta blanca con blazer marino o gris entallada. Siempre viste algo que le robarías. Un día los zapatos, otros la pulsera... Lo único que no deseas es lo que carga en la cartera: la crisis más salvaje de la edad moderna.

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