viernes, 5 de febrero de 2010

Con el Sergi en Le Cabrera

Por Pilar Portero
Para abandonar un sitio repleto de risas, placer y buen rollo es preciso pensar en que vas a repetir pronto mientras ordenas la lista de amigos agolpados en tu cabeza a los que se lo vas a descubrir. Empiezo por el final porque se me atropellan las sensaciones cada vez que pienso en Le Cabrera. Estaba deseando coger en los brazos el niño que han parido entre Sergi Arola y Diego Cabrera pero resulta que ha sido él quien me ha estrujado arrebatadoramente.


Escoltado por la nueva tienda de Carolina Herrera en la calle Bárbara de Braganza de Madrid y enfrente del local de Marc Jacobs, una Triumph en la puerta anuncia la presencia de Arola. Dentro, hay que jugársela tomando la difícil decisión de subir a la barra o bajar a la coctelería. Sentada en un taburete, Eugenia Silva, la bella entre las bellas, bebe champagne Veuve Clicquot con un variopinto grupete esperando que las tapas le sorprendan. El ambiente es relajado. Al fondo, asoma Sergi. Hace tiempo que no nos vemos. Está guapetón el tio. La elección es obvia. Así que dejo a Cabrera (en la foto de la izda) para el postre. Aunque recomiendo empezar disfrutando de la buena planta del barman argentino. Ya, ya se que hemos venido a comer y beber.

"Me voy a acostar a mis niñas que me tengo que ir mañana a Hong-Kong. Mándame un sms en cuanto lo pruebes", me pide Sergi después de charlar como si retomásemos la conversación de antesdeayer. Todavía no se lo he mandado. Una caipirinha, por favor. Pido sardinas limadas, suavemente ácidas, vigorosas, delicadas. Esto promete. Las ostras escabechadas te desatan la gula. La boca se entreabre instintivamente. Quieres más. Lo siento, eran las últimas. Las famosas patatas bravas de Sergi proponen un cambio de registro. Otra caipirinha, por favor. El mismísimo Cabrera sube a traérmela. ¡Qué más se puede pedir! Está fantástica, le digo. "Eso es que hoy me toca el día bueno", contesta encantador.


Si, estoy entregada. Cómo resistirse. Benjamín Bensoussan (en la imagen de arriba), el cocinero francés que se inició en la última etapa de La Broche y prosiguió en el Sergi Arola Gastro, me sigue tentando con tapas "para las que no hace falta tener hambre", tal y como él justifica con su cara más pícara. Cae una tarrina de foie con tostadas de brioche. Se confirma el éxito. La ensalada Cesar resulta una original propuesta al invitar a mojar las hojas de lechuga en la salsa. Es lo más soso para mi y eso que a mi lado Eugenia Silva suelta "Esto es lo que más me ha gustado, me encanta".
"Me atrevo a asegurar que es el mejor cheese cake de Madrid" me convence orgulloso Benjamín. Ummm, ahhh, Dios mío. ¿Cómo lo haces? "Necesitas crema de queso philadelphia,
nata agria, yogurt, nata montada y semillas de vainilla. Montas el queso con la mitad de la nata y con azúcar. Por otra parte, la otra mitad de la nata montada la mezclas con el yogurt y añades la nata agria y las semillas de vainilla. Después hay que elaborar un garrapiñado de pan de especias para lo que se corta el pan en daditos y se saltea con mantequilla y azúcar en lluvia para que caramelice. Se deja enfriar. Mientras, se hace la espuma de frutos rojos. Hay que tamizarlos y juntar con una cola de gelatina hidratada en agua fría por cada 250gr de pulpa. Se carga el sifón y se enfría. Para montar el cheese cake se usa un vaso pequeño. Primero se coloca la crema de queso, encima la espuma, el garrapiñado de pan y unas tiras de piel de lima".

Cómo no voy a estar entregada.
Y eso que he dejado para el final la razón esencial que hizo tan estimulante mi noche en Le Cabrera: el hombre junto al que todo es mejor. Y estaba conmigo.

4 comentarios:

  1. Pilar, no sé si es la cámara, pero tienes la cara como recalentá de primer día de playa en Benidorm o es la cachaça de la caipirinha. Aclaranoslo, porfi.

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  2. ¡Cómo te lo montas! Invitanos la próxima vez. A ir, me refiero.

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  3. La suerte de tener un poder adquisitivo alto no significa que sea deficiente mental. Este sitio es lamentable. Una copa con unas croquetas pasables 40 euros es insultante. La cara de pringada con la que he salido merece todos mis despropósitos sobre este sitio de aquí a la eternidad.
    Un sitio pijo hasta reventar lleno de gente con ganas de dejarse ver. Claramente no es mi público objetivo.

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