Por Pilar Portero
Yo no estoy muerta pero me entran arcadas con tanto obituario cargado de tópicos. Qué si era un transgresor, un anarquista de la moda -más de 14.000 referencias en google-, un hooligan, un ser torturado, un espíritu libre, un revolucionario... Tiene gracia, se suicida un tipo creativo que ha optado por seguir a su imaginación en lugar de enterrarse en una oficina y como homenaje le cubren de definiciones manidas e intercambiables, que lo mismo sirven para un diseñador que para un actor como Heath Ledger, por poner un ejemplo.
La genialidad no florece con el culo pegado a la silla durante 12 horas al día, envuelto en una moqueta radioactiva y expuesto a fluorescentes que te absorben el tono. Hay que estrujar la vida, disfrutarla, padecerla. Escuchar al frutero, al filipino del karaoke, al último premio nobel, al perro... y hasta al rey con los sindicatos -vale, vale, yo también soy un tópico andante-. El instinto te pellizca para que no pierdas la inquietud aunque tengas 90. Puede que en el colegio te suspendan por colorear fuera de los márgenes o que tus padres se encarguen de descubrirte que las piedras no hablan. Echar la culpa a otros de haber elegido matar la creatividad es tan tranquilizante como falso.
McQueen es sólo una excusa para reivindicar la originalidad. Y eso que nos hemos librado de leer que el diseñador británico ha fallecido a consecuencia de un paro cardiaco, la típica causa que se cita en la mayoría de obituarios del mundo siempre que el personaje no se haya convertido en cadáver a causa de un accidente, asesinato o suicidio. Un obviedad, pues la falta de latido es siempre la última consecuencia de otra enfermedad.
La entrevista que la madre de Alexander McQueen realizó a su ya célebre hijo para The Guardian, es de lo mejorcito para entenderle. En la imagen aparecen ambos juntos. Su madre acababa de morir el 2 de febrero pasado.
viernes, 12 de febrero de 2010
Si Alexander McQueen levantara la cabeza, vomitaría
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Tras ver a las modelos, sólo puedo exclamar ¡un misógino menos!
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