viernes, 11 de diciembre de 2009

La noche que conocí a Aminetu Haidar



Por María José Llerena

Aminetu Haidar, sentada sobre una alfombra, entre cojines, habla pausadamente desde sus ojos negros. No entiendo ni una palabra porque se dirige a mí en árabe. Suena delicado y agradable lo que le escucho, pero me está contando que con 21 años la policía marroquí la detuvo ilegalmente por organizar una manifestación. Me explica que pasó tres años en la cárcel, casi todo el tiempo con los ojos vendados y amedrentada por sus captores. "Me llamaban la víbora", dice dulcemente, "porque estaba siempre alerta".

Esta conversación no se ha producido en el aeropuerto de Lanzarote, donde la activista saharaui permanece en huelga de hambre desde el pasado 16 de noviembre. Tuvo lugar hace cinco años, en El Aaiún, la capital del Sáhara Occidental, cuando Haidar aún no era esa figura de Telediario que es hoy y que da dolor de cabeza a Moratinos, a Zapatero y hasta a la mismísima Hillary Clinton. Por aquel entonces era sólo conocida en la órbita saharaui, pero ya se había convertido en un símbolo de la resistencia y la lucha por la causa, un personaje con genio y figura que si aún no había salido a la palestra general había sido gracias a los esfuerzos de las autoridades marroquíes para mantenerla amordazada. Por aquel entonces, no fui capaz de convencer a ciertos redactores jefe del interés de esta mujer (¡visionarios!).

Conocí a Aminetu la noche del 11 de octubre de 2004. Aterricé cuatro días antes en la capital de la antigua colonia española disfrazada de turista y jurando ser camarera. En el aeropuerto, después de 30 minutos de interrogatorio, de husmear por todos los rincones de mi mochila y de un minucioso cacheo, la policía marroquí me dejó entrar en el territorio, previo aviso: "No hable con nadie ni entre en la casa de nadie". La entrevista a Aminetu se produjo en la clandestinidad, a medianoche, en casa de un amigo suyo de toda confianza, en una habitación sin ventanas...

Elegante y parsimoniosa, Haidar se recoloca de vez en cuando alrededor de su rostro la melhfa, el vestido típico en el que se envuelven las saharauis, y continúa hablando mirando a la cámara de vídeo que la graba. "Cuando me detuvieron, mi familia no sabía nada de mí, ni siquiera sabía si estaba viva o muerta. Yo sufría por ellos y me sentía impotente porque en realidad me tenían retenida a 500 metros de mi casa, un lugar en el que solía jugar de pequeña". Aminetu detalla algunas penurias por las que pasó durante los tres años y siete meses que estuvo en la cárcel y se empeña en usar el plural cuando habla porque dice que fueron muchos los que sufrieron las vejaciones. Explica que durante los interrogatorios les castigaban con descargas eléctricas, que les ataban a una tabla durante horas y que empleaban la técnica de la 'asfixia', sí, la de Guantánamo... Aminetu pasó la mayor parte de su cautiverio con los ojos tapados. "Me levantaba la venda cuando iba al baño porque sabía que los guardias miraban a las mujeres". Sigue Haidar: "Los carceleros nos escupían en el plato. Bebíamos el agua de los bidones donde ellos se lavaban las manos. Dormíamos en el suelo, hacinados y a las mujeres nos amenazaban con violarnos".

Todos en el Sáhara Occidental conocen casos de torturas, muchos los han sufrido en su propia piel, pero sólo unos cuantos se atreven a levantar la voz para denunciarlos. Aminetu Haidar es una de ellos, por eso Marruecos la vigila de cerca y le hace la vida imposible. No la traga. La acusa de ser polisaria. ¡Claro que lo es! Y además es polisaria de las rebeldes, de las que no se callan, de las que no se dejan sobornar. "Yo estoy dispuesta a llegar hasta el final", advertía Haidar hace cinco años. "Es mi lucha y estoy preparada para todo lo que me puede pasar". En su delicada situación actual sus viejas palabras cobran un sentido dramático y premonitorio. Nadie mejor que ella sabe que alzar la voz contra la opresión del rey alauí puede pagarse, si hay suerte, con una paliza o la cárcel. Si no la hay, quizá con la propia vida.

2 comentarios:

  1. Lo malo es que su muerte crea una mártir pero es un retroceso en la lucha contra esa barbarie, no estoy de acuerdo con que se le apoye en la huelga de hambre ni con su frase: "mis hijos pueden vivir sin mí pero no sin dignidad". Espero que viva para seguir contándolo y que así se lo hagan ver quienes la visitan.

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  2. Documentos de la policía que relatan cómo fue introducida en el avión a Lanzarote http://cort.as/BB_ (vía www.utoi.es)

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