domingo, 13 de noviembre de 2011

Trini Gallego, roja, luchadora, testigo de niños robados. Hasta siempre

Trini, en una foto durante la guerra y retratada por Sofía Moro
Por Ana R. Cañil
El pasado miércoles, 9 de noviembre y en Barcelona, se fue de este mundo Trinidad Gallego, 98 años, roja, republicana, enfermera y comadrona. Presa de las cárceles franquistas durante lo mejor de su vida. Sabía mucho de miseria humana, dolor, cautiverio, maldad pero también de solidaridad, dignidad, alegría de vivir, lucha sin rendirse hasta el final, con 98 años.

Nada más terminar la guerra, la detuvieron en la portería de su abuela en el Barrio de Salamanca de Madrid. Lo único que nunca perdonó es que además de llevársela a ella presa, la acompañaran -por su culpa decía Trini- su abuela octogenaria y su madre, que poco o nada tenían que ver con su actividad comunista. Pasaron por la maternal de Ventas, dirigida ya por la temible María Topete, figura legendaria que Trini me ayudó a reconstruir con enorme generosidad en "Si a los tres años no he vuelto", la novela que me permitió conocerla en el otoño del 2009.

En la mañana del 20 de octubre, Trini -96 años- me recibió en su sobreático de la calle Valldemossa de Barcelona. Luminoso, impecable, con una terraza repleta de geranios que eran el orgullo de su dueña, como su pisito. Allí estaba, sentada en su orejero al pie de la terraza, con sus manos huesudas entrelazadas, de dedos largos, de comadrona, y su rostro sembrado de arrugas, el mismo que cautivó a la fotógrafo Sofía Moro en su libro "Ellos y nosotros" . Detrás de Trini, en la cocina-americana que daba al modesto salón, Alan, el brasileño de estilo hippy, moderno y tierno, leía un libro. O hacía como que leía, mientras escuchaba a Trini ayudarme a ordenar la historia, como antes había hecho con tantos historiadores, periodistas y estudiantes que pasaron por su casa.
Porque la lucha más grande de Trini fue contra el olvido. Para sus penurias durante el franquismo, ella siempre tenía claro que "fuimos muchas las que peleamos" y lo importante es que lo que ella y sus compañeras vivieron no volviera a suceder. Por eso estaba tan orgullosa de su trabajo en  "Les dones del 36", cuando ya octogenaria y en compañía de otras supervivientes de la guerra, recorrieron colegios y universidades contando su vida, su historia. "No te imaginas lo feliz que nos hacía que los chicos nos preguntaran y se quedaban asombrados de que estuviéramos allí y de cómo habíamos sobrevivido".

Sí, en ese trabajo tuvo más éxito que en lograr que un juez la llamara para testimoniar sobre su experiencia con los niños robados del franquismo. Su papel de comadrona, compañera y asistente de partos de tantas y tantas republicanas, fue clave por las prisiones que recorrió primero con su abuela y su madre, luego ella sola.
Alan, su fiel cuidador durante unos años, me contó ayer que hasta el último minuto Trini tuvo la cabeza lúcida. En septiembre pasado le pusieron un marcapasos, algo que ya fue todo un esfuerzo de los cirujanos del Val d´Hebron para el enjuto y frágil cuerpo de aquella mujer alta, flaca y de mirada llena de vida que cargaba con el esqueleto que ya no le respondía a su antojo. Pero ni a sus huesos quería dar tregua.
Genio y figura hasta el final, hace unos meses Trini le dijo a Alan que "me queda muy poco de vida majo, y yo quiero hacer lo que me dé la gana", porque el joven brasileño la obligaba a la dieta y a seguir las indicaciones de los médicos. Alan se fue a Brasil y con Trini se quedó Rosa, más tolerante con sus manías, con sus ingestas, con su vida...Hace muy poco que Trini llamó a Alan para pedirle perdón por su mal genio y decirle lo mucho que le quería. "Pero somos tan distintos" me decía aquella primera mañana de octubre de hace dos años, "aunque es muy majo". Y le miraba con cariño, pero dispuesta a darle guerra. Luego, sin una duda en la memoria, volvía su mirada hacía el magnetofón y retomaba el hilo de las cárceles que conoció, de la maternal de Ventas, de sus amigas ya desaparecidas, de la niña muerta de Petra Cuevas y su lucha e ira..."Por cierto ¿sabes qué he hecho como Petra? He donado mi cuerpo, bueno lo poco que me queda de él, ya ves, a los estudiantes de la universidad para que investiguen. ¿No es lo que deberíamos hacer todos".

Genio y figura hasta la lección final. El jueves, su cuerpo ya estaba en una universidad de medicina. Gracias Trini, por todo. También de parte de Alan, con el que acabo de colgar el teléfono. En estos tiempos que corren, tu eres la confirmación de que no siempre el pasado fue mejor. La gratitud para contigo no tiene límite...Hasta siempre.

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