viernes, 12 de febrero de 2010

Si Alexander McQueen levantara la cabeza, vomitaría

Por Pilar Portero

Yo no estoy muerta pero me entran arcadas con tanto obituario cargado de tópicos. Qué si era un transgresor, un anarquista de la moda -más de 14.000 referencias en google-, un hooligan, un ser torturado, un espíritu libre, un revolucionario... Tiene gracia, se suicida un tipo creativo que ha optado por seguir a su imaginación en lugar de enterrarse en una oficina y como homenaje le cubren de definiciones manidas e intercambiables, que lo mismo sirven para un diseñador que para un actor como Heath Ledger, por poner un ejemplo.


La genialidad no florece con el culo pegado a la silla durante 12 horas al día, envuelto en una moqueta radioactiva y expuesto a fluorescentes que te absorben el tono. Hay que estrujar la vida, disfrutarla, padecerla. Escuchar al frutero, al filipino del karaoke, al último premio nobel, al perro... y hasta al rey con los sindicatos -vale, vale, yo también soy un tópico andante-. El instinto te pellizca para que no pierdas la inquietud aunque tengas 90. Puede que en el colegio te suspendan por colorear fuera de los márgenes o que tus padres se encarguen de descubrirte que las piedras no hablan. Echar la culpa a otros de haber elegido matar la creatividad es tan tranquilizante como falso.


McQueen es sólo una excusa para reivindicar la originalidad. Y eso que nos hemos librado de leer que el diseñador británico ha fallecido a consecuencia de un paro cardiaco, la típica causa que se cita en la mayoría de obituarios del mundo siempre que el personaje no se haya convertido en cadáver a causa de un accidente, asesinato o suicidio. Un obviedad, pues la falta de latido es siempre la última consecuencia de otra enfermedad.


La entrevista que la madre de Alexander McQueen realizó a su ya célebre hijo para The Guardian, es de lo mejorcito para entenderle. En la imagen aparecen ambos juntos. Su madre acababa de morir el 2 de febrero pasado.

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