domingo, 17 de enero de 2010

Los españoles de Haití se lo deben a los uruguayos

Por Ana R. Cañil

Ayer, los primeros españoles que llegaron procedentes de Haití no tuvieron fuerzas para hacer lo que tenían planeado: desplegar la bandera uruguaya ante la prensa al bajar del avión. Si no hubiera sido por los uruguayos y su actitud, todo podría haber resultado aún más dramático.

Tengo una amiga que se llama Lola. Hace años que me ayuda a ordenar mi vida y a llevar a cabo mis bobas fantasías de costura. Lola pasa de los 60, pero es como si tuviera 20. Tiene tres hijos:David, Juan Cruz y Rebeca. Son oenegeros y poco creyentes en los medios de comunicación, dolidos siempre con la indiferencia occidental hacía el tercer mundo. Sé que si les hubiera preguntado si me dejaban publicar este post, me hubieran dicho que no, o que sí a regañadientes.
Pero acabo de hablar con Lola, que ayer ha desembarcado del avión que la trajo con David y su novia, Aude, desde Puerto Principe. Para muchos David os resultará familiar. Se trata de David Palacio, el cooperante de la AECID que ha salido en las fotos e imagenes de tele con el collarín, que ha vuelto herido y a la rastra, como casi todos, porque tenían que hacerle una revisión médica a fondo.

Acabo de colgar con Lola después de cuatro días duros, de intentar saber de ellos. Pero nuestra angustia no ha sido nada comparable con el dolor de la voz de Lola, de lo que ha vivido. Fue el minuto más largo de su vida, le pilló sola en la casa, bajo el quicio de una puerta, sin saber que hacer ni adónde ir.
Vivía en una colina, en lo alto de Puerto Príncipe, adónde ha ido a pasar dos meses con David y Aude, su compañera. La casa aguantó más o menos, pero Lola no. Salió a la calle, deambulando, como todos, aterrada después de saber que el edificio donde estaba David se había derrumbado por completo.
Durante cinco horas, mi amiga creyó que su hijo estaba muerto. Hasta que gracias a un walkitalki de los diplomáticos, pudo enterarse de que su chico había sobrevivido al derrumbe del edificio de la AECID. Él y otros cuatro compañeros.
Este es el resumen de la peripecia de Lola y David, de Aude. Lo que nunca podrán olvidar es el peregrinaje hasta la base de la ONU, después de vivir dos días apretados en un coche. Sin nada, por miedo a las replicas. Los gritos de la gente atrapada debajo de los edificios, los muertos, a miles, los cuerpos hinchados por el calor, y ellas con David herido, sin nada con lo que poder escavar. Solo tenían sus manos. Los gritos, los gritos y el olor dice Lola.
En medio de ese sufrimiento, de ese caos, de ese desgarro, el resguardo, el comportamiento, la valentía y la generosidad de la delegación uruguaya que les prestó su césped, sus sacos, su línea de internet, su agua, comida para los niños de los españoles que se habían ido reagrupando poco a poco...y el pasotismo del delegado español que estaba en la zona de operaciones logista de la ONU. Ni se acercó a preguntarles como estaban, ocupado en su walki talki ¿Esperando a saber cuando llegaban diplomaticos de alto rango o políticos del Gobierno, como Fernández de la Vega, que se traslada hoy a Puerto Príncipe?
Ayer, cuando llegaron a la base de Torrejón, algunos cooperantes querían extender la bandera uruguaya al bajar del avión, ante los medios de comunicación, pero venían en tal estado que les fallaron las fuerzas y los reflejos del último momento. Sólo anoche, en Informe Semanal, una de las compañeras de David habló de los uruguayos y de su apoyo.
Pero Lola, peleona de toda la vida, se lo dijo a Moratinos cuando bajó del avión: ¿Cómo está usted señora? " Bien ministro, pero gracias a los uruguayos".
Lola está en casa, tiene a David y a Aude a su lado. Mañana van al hospital y ellos serán incapaces de contar a los periódicos -son unos escépticos- todo lo que han vivido, lo que han dejado atrás y lo pronto que quieren volver. Pero mientras, se busca al delegado español del walki talki para sacarle los colores. Nos enteraremos del nombre.
A cambio, quede para el orgullo la actitud de la éguardia civil que apoyó, recogió y trasladó a los supervivientes españoles. "Increibles, únicos. Nunca podremos contar ni imaginar la tarea que están haciendo allí" dice Lola, agotada, aún bajo el shock del que sin duda tardará en salir, pero entera y orgullosa de sus hijos.

1 comentario:

  1. Mientras se encuentra el nombre del delegado español del walkitalki entre los escombros del sistema, mi familia está en casa y están vivos.
    Gracias por la entrada y el apoyo
    besos

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