Por Pilar Portero
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La economista Elena Pisonero |
Rajoy tiene desconcertados a sus colaboradores. Tras años de trabajo a su lado, hay una abultada lista a la espera de que toque algo. Los que estuvieron cerca antaño, confían en la nostalgia y la proximidad que les unió para ser premiados. Y los de reciente incorporación, se agarran al intenso trabajo que han desempeñado en los últimos cuatro años, para justificar su derecho a dirigir un ministerio. Sin embargo, nadie tiene la más mínima pista sobre lo que hará Rajoy. "Seguirá el guión al pie de la letra. Eso es seguro. Así como a Zapatero le ha privado dar sorpresas en cada diseño de Gobierno que ha realizado, Rajoy será mucho más previsible", comenta una de las políticas que le mejor le conoce.
En Génova y en el Congreso, el 'sindrome Pisonero' se ha convertido en el chascarrillo de moda, con el que ya se ha etiquetado a unos cuantos. Es ver a un pepero con aspiraciones, rodeado de un grupete de compañeros dorándole la píldora por si acaso, y colgarle los colegas que le observan de cerca el malicioso diagnóstico. ¿Cómo se cura?, pregunto. "Con una decepción basta para no volverlo a padecer en la vida", me contestan.
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